Lo que está sucediendo en Santiago, que partió con llamados a evadir masivamente Metro y Transantiago ante alza de pasajes y escaló hasta culminar con serios destrozos tanto en el Metro como en las calles, es ciertamente señal de un descontento social con raíces profundas.
En lo personal, el viernes me tocó caminar y alojar en una casa que no era la mía ante dificultad para tomar locomoción cuando salí del trabajo (nos permitieron salir más temprano eso sí) y hoy sábado en la mañana caminar por Providencia hasta Plaza Italia para tomar micro, lo que me permitió ver destrozos que iban desde basureros quemados hasta locales comerciales con sus vidrios quebrados. Iba escuchando las noticias en ambas caminatas, enterándome de otros acontecimientos, añorando el uso de mi querido Metro y dolida de ver tanta destrucción, resultado de una violencia enorme que no puedo justificar.
Como dije antes, hay un descontento importante que se acumuló, llegando a una crisis de la que quizá se puedan lograr acuerdos sociales (¿o soy muy ilusa?).
Sobre el estado de emergencia en sí, ojalá no hubiese que aplicar tan alto grado de militarización en la ciudad...
Revisando mi Instagram, hoy vi una invitación a una meditación grupal a la que no dudé en sumarme, dirigida por la sicóloga y terapeuta Lita Donoso, para -en simple- enviar buenas energías a la ciudad. La idea es que el miedo y la violencia no superen al Amor. Los días que vienen probablemente serán difíciles, pero nunca hay que perder la esperanza.
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