Mi período como censista llegó hasta el 2 de junio, fecha original de término del proceso, pues por diversos motivos (nada negativo) decidí no continuar.
La capacitación inicial duró 4 días, y aunque los conceptos que debíamos manejar quedaron claros, faltó entrenar más el uso del dispositivo móvil que íbamos a utilizar para realizar la encuesta. Fue precisamente ahí donde se me presentó el desafío de manejar la tecnología adecuadamente, el uso de mapas, por ejemplo, y el llenado de la encuesta misma, cuando habían numerosos habitantes o más de un hogar por vivienda, entre otras cosas.
Rescato de la experiencia haber conocido las más diversas realidades en que viven las familias de nuestro país por estos días: familias de composición tradicional, monoparentales, compuestas por extranjeros que no llevan viviendo más de cinco años aquí y generalmente con algún hijo nacido en este suelo, casas acomodadas, villas o poblaciones de casas tipo standard, otros sitios o terrenos grandes con varias casas o piezas individuales, entrevistas realizadas en campamentos, adultos mayores en pareja o solos... realmente de todo, y estoy agradecida de eso porque constituyó un importante aprendizaje para mí.
Algunas anécdotas y/o situaciones que quiero comentar: Afrontar las condiciones climáticas que se presentaran, ya fuese exceso de calor o frío; un perro de tamaño mediano que me atacó en un pasaje (afortunadamente no pasó a mayores, pero me pregunto dónde queda la tenencia responsable); personas que no quisieron contestarme o dejaban de hacerlo a la mitad de la entrevista aduciendo en ocasiones oscuras intenciones del INE al requerir su información; otras personas sumamente amables y acogedoras que igual te invitaban a tomar o comer algo, o bien te regalaban galletas y cosas así; una admirable señora de más de 90 años que pese a tener movilidad reducida se las arreglaba para vivir cuidada únicamente por una persona en jornada parcial, y que me hizo pensar en la situación de los adultos mayores en Chile y en cómo llegaré a esa edad yo, si es que lo hago; una madre al cuidado de su hijo autista adolescente y que, preocupada de otorgarle una vía de sustento, me contó que dejó su trabajo habitual para trabajar con su hijo elaborando y vendiendo productos de repostería... eso y más, esto fue sólo una selección de tres meses inmersa en realidades muy pero muy diversas.
Y por supuesto, no puedo dejar de mencionar el gran grupo humano que se formó de 13 compañeros aproximadamente, entre censistas y coordinadores, logramos una buena mezcla entre el trabajo y el pasarlo bien.
En suma, una gran experiencia que queda en mi hoja de vida.